Mike Randolph es un escritor y creador de podcasts sobre la “comida y la cultura españolas”, que ha escrito un artículo sobre las angulas y el gusto que por las mismas existe en el norte peninsular.
Se ha publicado en la sección de Travel de la web de la BBC, y hemos necesitado leerlo varias veces, porque nos ha costado aceptar que lo habíamos entendido bien. No sabemos qué nos ha llamado más la atención (por ser suaves) de todo lo que se recoge. Porque en el texto hay mucho para llamar la atención.
Por un lado está el empeño del autor de transmitir la idea de que es incompresible para nadie con un poco de criterio que puedan ser un plato atractivo. Como muy bien explica, no sabe cómo es posible que haya personas que estén dispuestas a pagar tanto dinero por un puñado de crías de peces que no saben a nada y que, además, se suelen preparar según una “receta tradicional (a la bilbaína) que requiere freír ajo y pimientos picantes en un montón de aceite de oliva y luego agregar angulas, una forma segura de dominar su sabor suave“.
Menos mal, parece deducirse de su artículo, que muchos españoles tienen criterio y tampoco entienden cómo se puede pagar esos precios absurdos por algo de tan poco valor gastronómico.
Por otro lado están los comentarios, desconcertantes, de algunos propietarios de restaurantes y de expertos entrevistados que explican, eso da a entender el artículo, que los que piden angulas lo hacen en realidad porque quieren hacer ostentación de su capacidad de gasto. La verdad es que, si es verdad que han dicho lo que se dice que han dicho, no parecen ni restaurantes ni expertos muy recomendables.
Es difícil explicar tradiciones y elementos culturales a los que juzgan el mundo sólo a través de sus propia cultura. No es bueno pensar que los que disfrutan de comidas que nosotros no comemos, no nos gustan, o nos parecen caras, están equivocados y no tienen idea ni saben lo que hacen.
Por ejemplo hay gente que como huevas de pescado, incluso pagando cantidades astronómicas; quienes degustan hormigas, gusanos o saltamontes; hay los que comen tripas de yak; o los que les encanta el surströmming, un arenque fermentado que para los que no hemos crecido conociéndolo huele a demonios podridos. Toda esa gente no está equivocada, por mucho que a nosotros nos extrañen sus gustos. En realidad nadie esté equivocado en estas cosas. Sólo los que se atreven a decir que costumbres, tradiciones y gustos, que son “incomprensibles”.
Nosotros hace mucho que no comemos angulas. No porque no nos gustaría, sino porque no podemos pagarlas. Recordamos con añoranza cuando de niños lo hacíamos en casa preparadas por nuestras amas o aitas. Pero no se nos ocurre pensar que los que las comen ahora lo hacen para “marcar status”. Más bien pensamos que lo hacen porque les gusta, porque disfrutan de ellas, y porque forman parte de su cultura, y de sus tradiciones.
Y por cierto, puestos a hablar de tradiciones gastronómicas, de su calidad y de su riqueza. No creo que los vascos, un pueblo pobre que fue capaz de hacer de las cosas más comunes y baratas la base de una gastronomía popular extraordinaria, tenga mucho que aprender de nuestros amigos del otro lado del Golfo de Bizkaia.
Es curioso, interesante y clarificador saber que en Gran Bretaña, por ejemplo, hasta que supieron de nuestra admiración por este pez, lo utilizaban como estiércol o pienso. Ahora se las comen.
BBC – 14/3/2018 – Gran Bretaña
Why baby eels are one of Spain’s most expensive foods
Baby eels are one of Spain’s most expensive foods, but when you see them for the first time you might wonder why. They’re not, to put it mildly, something that cries out to be eaten. When alive, they’re transparent and slimy, slithering and squirming like tiny snakes. Cooked, they turn opaque and resemble limp, dead worms, except they’re white with two tiny black dots for eyes. Hungry yet?