Continuamos la serie que estamos publicando sobre el bicentenario de las independencias americanas con un doble artículo de uno de los grandes historiadores y educadores peruanos del siglo XX, fallecido, por desgracia, demasiado pronto: Teodoro Hampe Martínez.

En sus 55 años de vida este estudioso del periodo colonial logrĂł un consolidado prestigio tanto en PerĂș como a nivel internacional. Su trabajo no sĂłlo se centrĂł en el ĂĄmbito cientĂ­fico y acadĂ©mico, sino que realizĂł una notable labor de divulgador. Como explica en este artĂ­culo de recuerdo y reconocimiento, escrito por Juan Carlos Adriazola Silva en el Mercurio Peruano, una revista publicada por la Universidad de Pirua y que fue fundada en 1918 por VĂ­ctor AndrĂ©s Belaunde (al que ya hemos referenciado en nuestro blog en uno de nuestros artĂ­culos sobre los Pasionistas vascos).

«Su fructĂ­fera vida intelectual en el campo de la historia es digna de admiraciĂłn, no sĂłlo por la calidad de sus escritos, sino tambiĂ©n por la cantidad de artĂ­culos, ensayos, reseñas, compilaciones y libros que ha dejado publicados en lengua española, pero tambiĂ©n en alemĂĄn, francĂ©s e inglĂ©s en diversas revistas especializadas
 Mi curiosidad por los temas humanĂ­sticos y especialmente histĂłricos, me llevo a seguir al profesor Hampe a travĂ©s de los artĂ­culos que publicaba periĂłdicamente en el diario El Comercio de Lima. La galanura de su pluma, la precisiĂłn conceptual al exponer las ideas y el estilo ĂĄgil y conciso con que solĂ­a tratar los diversos acontecimientos y personajes de la historia nacional, especialmente del perĂ­odo virreinal de la que era un experto, harĂ­a que pronto me “enganchara” con el discurso de este intelectual »

Una curiosidad sobre el Mercurio Peruano. Esta publicaciĂłn, la fundada por VĂ­ctor AndrĂ©s Belaunde es la tercera que lleva ese nombre en PerĂș. La primera, que se publicĂł entre 1791 y 1795, fue editado por un grupo de jĂłvenes intelectuales pertenecientes a la Sociedad de Amantes del PaĂ­s, entre los que destacó HipĂłlito Unanue, mĂ©dico, naturalista, meteorĂłlogo, catedrĂĄtico universitario, polĂ­tico, precursor peruano de la independencia y un personaje clave de su Ă©poca. Este vasco, nacido en PerĂș de padre gipuzkoano, tuvo una profunda relaciĂłn de amistad con la familia Landaburu, una de las protagonistas de este artĂ­culo y bajo cuya protecciĂłn estuvo en sus primero años en Lima.

Incluimos a este historiador con dos artĂ­culos que hablan de familias vascas de PerĂș que vivieron el cambio del mundo colonial al republicano, con todo lo que ello significĂł. En realidad se trata de un artĂ­culo completo y publicado, y un esbozo de otra investigaciĂłn que le fue solicitada por la Hermandad de Nuestra Señora de ArĂĄnzazu de Lima, y que no pudo ver la luz por la repentina muerte del historiados.

En el artĂ­culo completo y publicado en el Anuario de Estudios Americanos (Tomo LVIII, 1, 2001) se estudia la vida de «Don MartĂ­n de Osambela, comerciante navarro de los siglos XVIII/XIX, y su descendencia en el PerĂș» parte del linaje vasco-navarro de los Osambela, vinculados por la sangre y por negocios con varias otras familias conocidas de la misma procedencia. Un artĂ­culo que ya recogimos en su momento en el blog.

En el segundo, el que estå apenas bocetado, «LANDABURU: Una familia vasco-peruana en los negocios, la política y la sociedad», se plantea la investigación de la experiencia vital y el legado material de este linaje de origen alavés, los Landaburu, que tuvo gran importancia en la historia económica y social del virreinato peruano durante el siglo xviii y extendió su protagonismo hasta las guerras de Independencia.

Nos encontramos, por lo tanto, con dos investigaciones que tocan de pleno uno de los ejes de interĂ©s de esta serie de artĂ­culos: la presencia y el papel de los vascos en este proceso histĂłrico que llevĂł al nacimiento de las repĂșblicas en el Nuevo Continente. Dos artĂ­culos escritos, ademĂĄs, por una persona fuertemente vinculada a los vascos de PerĂș por su conexiĂłn con la Hermandad de Nuestra Señora de ArĂĄnzazu de Lima, que es una de las entidades que impulsan esta serie de artĂ­culos sobre el bicentenario de las independencias americanas.

Hemos escogido como biografĂ­a del autor la que estĂĄ ubicada en la web ECWiki, que no recoge su fallecimiento, pero que hace un magnĂ­fico resumen de la labor de este historiador y educador peruano.


 

LANDABURU: Una familia vasco-peruana en los negocios, la polĂ­tica y la sociedad

Teodoro Hampe MartĂ­nez

Teodoro Hampe Martínez
Teodoro Hampe Martínez

Teodoro Hampe Martínez (1960-2016) Doctor en Historia por la Universidad Complutense de Madrid. Profesor ordinario en la Pontificia Universidad CatĂłlica del PerĂș, la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y la Universidad TecnolĂłgica del PerĂș, ha desempeñado tambiĂ©n la docencia en varias otras universidades del paĂ­s y del extranjero. Actualmente pertenece al consejo directivo de la Sociedad Bolivariana del PerĂș, del Centro de Estudios HistĂłrico-Militares del PerĂș, de la AsociaciĂłn de Historia de la Medicina Peruana y del Instituto Cultural Bernardo O’Higgins. (sigue)

Este proyecto de investigación apunta a estudiar la experiencia vital y el legado material de un linaje de origen alavés, los Landaburu, que tuvo gran importancia en la historia económica y social del virreinato peruano durante el siglo xviii y extendió su protagonismo hasta las guerras de Independencia. Por razón de su corta descendencia, los Landaburu no se proyectaron mas allå de tres o cuatro generaciones, pero la gravitación de sus emprendimientos ha quedado plasmada en diversos lugares, monumentos y personajes notables hasta la actualidad.

AgustĂ­n HipĂłlito de Landaburu, el empresario

Don AgustĂ­n HipĂłlito de Landaburu y PĂ©rez de Ribera (1715-1777) fue un terrateniente criollo y funcionario colonial en el virreinato del PerĂș. Hijo del capitĂĄn vasco AgustĂ­n de Landaburu y Aldeguren y de la dama criolla MarĂ­a PĂ©rez de Ribera, a temprana edad fue reconocido como capitĂĄn de las milicias de la villa de Cañete (1730); posteriormente ejerciĂł el cargo de justicia mayor de dicha villa (1740), siendo promovido a coronel del regimiento de caballerĂ­a de las milicias del partido de Mala (1763), y luego a maestre de campo. Era propietario de la famosa hacienda GĂłmez, en Cañete, la misma que años mĂĄs tarde se conociĂł como la hacienda Unanue. En ella se criaba ganado de lidia, lo que logrĂł incrementar el valor de las reses. De allĂ­ provinieron los toros que se corrieron en la fecha inaugural de la Plaza de Toros de Lima, el 30 de enero de 1766.

Existen documentos por donde consta que Landaburu y Ribera tuvo que desembolsar la suma de 107.600 pesos para adquirir la Plaza de Acho, convenciendo al virrey don Manuel Amat y Junient, con quien mantenĂ­a una estrecha amistad. Merced a sus grandes propiedades agrĂ­colas en el valle de Cañete, poseĂ­a una considerable fortuna, que le valiĂł para ser elegido alcalde ordinario de la ciudad de Lima en dos oportunidades: 1755 y 1766. Contrajo matrimonio con doña Mariana de Belzunce y Salazar, condesa viuda de Casa DĂĄvalos, con la cual tuvo como Ășnico hijo a don AgustĂ­n Leocadio de Landaburu y Belzunce.

La historia de la Plaza de Acho encuentra sus orĂ­genes en el intento de establecer un lugar para las celebraciones de las corridas de toros en Lima. En febrero de 1762, con la llegada del virrey Amat, se celebrĂł una corrida en los terrenos denominados «del Acho», palabra quechua que significa «parte alta», por ser el lugar desde donde se divisaban las embarcaciones en el puerto del Callao. Don AgustĂ­n HipĂłlito de Landaburu decidiĂł invertir mĂĄs de 100.000 pesos en una plaza firme en dichos terrenos, obteniendo en junio de 1765 la autorizaciĂłn del virrey para construirla y ademĂĄs el permiso para organizar ocho corridas de toros por año. De las utilidades proyectadas se entregarĂ­a una parte – 1.500 pesos anuales – al Hospicio de Pobres que regentaba la Real Junta de Beneficencia de Lima.

El nuevo asentista terminĂł de construir la plaza con estructuras y acabados moriscos, que remataban las columnas o contrafuertes de adobe y quincha especialmente preparados para apoyar los asientos de madera traĂ­dos desde CentroamĂ©rica. AsĂ­ es que la primera corrida en la antigua Plaza de Acho de Lima se celebrĂł el 30 de enero de 1766, con asistencia del propio vicesoberano. En la corrida intervinieron los espadas Pizi, Gallipavo y Maestro de España, quienes lidiaron doce astados de la mencionada hacienda GĂłmez, de Cañete. Esta fecha fue dada a conocer pĂșblicamente en una conferencia conmemorativa del bicentenario de la plaza (1766-1966), por el acadĂ©mico e investigador Aurelio MirĂł Quesada.

Los festejos taurinos en el coso de Acho recién fueron autorizados oficialmente por real cédula emitida por el Rey Carlos III en la granja de San Ildefonso el 9 de agosto de 1766, otorgando licencia para la erección y administración de la plaza a favor de Landaburu y Ribera. La temporada de corridas continuó por unos años hasta que se dejaron de dar debido a clåusulas desfavorables en el contrato diseñado por el virrey en perjuicio del citado propietario, constructor y empresario. A la muerte de éste su viuda, doña Mariana de Belzunce y Salazar (inmortalizada en la tradición «El divorcio de la condesita» por Ricardo Palma), continuó con la administración de la Plaza, asesorada por su hermano Juan José Belzunce.

AgustĂ­n Leocadio de Landaburu, el polĂ­tico

El Ășnico vĂĄstago de aquella pareja, don AgustĂ­n Leocadio de Landaburu y Belzunce (1773-1814), heredĂł los cuantiosos bienes de su familia, entre ellos la antigua Plaza de Toros de Acho; pero no continĂșo la labor de sus progenitores pues decidiĂł marcharse a España y Francia. Su albacea don HipĂłlito Unanue se hizo cargo de la plaza, y en 1832 dejĂł como legado testamentario de su patrocinado la propiedad del coso de Acho a favor del Hospicio de Pobres, administrado por la Real Junta de Beneficencia de Lima. Con el correr de los tiempos la Plaza serĂ­a sometida a tres modificaciones: la refacciĂłn de 1865, con motivo de la celebraciĂłn de su centenario; la remodelaciĂłn de 1944, a cargo de la Sociedad Explotadora de Acho (de comĂșn acuerdo con la Sociedad de Beneficencia PĂșblica de Lima); y la ampliaciĂłn de 1961, que aumentĂł su ĂĄrea con nuevos atrios, pĂ©rgolas y explanadas, un restaurante, dos bares y el Museo Taurino.

A mediados del siglo XVI habĂ­a recibido tierras en el valle de Cañete don Lorenzo de Arona, quien dio nombre a la casa y los campos que se conocen como la hacienda San Juan de Arona. Por compra o herencia se le agregaron luego los fundos de Cerro Blanco, GĂłmez y PepiĂĄn, asĂ­ como las tierras de Guayabal, que mĂĄs tarde formarĂ­an la hacienda Unanue. A comienzos del siglo XIX, don AgustĂ­n de Landaburu y Belzunce, criollo ilustrado y liberal, legarĂĄ estas propiedades, donde habĂ­a pasado su infancia y juventud, a su ilustre maestro, el mĂ©dico y polĂ­tico ariqueño HipĂłlito Unanue (1755-1833). Son unas fincas que han quedado marcadas por los avatares del tiempo en general y la historia particular de los hombres y mujeres que allĂ­ vivieron; acontecimientos mundiales tales como la IlustraciĂłn europea, la independencia de las colonias de España en AmĂ©rica, la aboliciĂłn de la esclavitud, la inmigraciĂłn oriental a este lado del OcĂ©ano PacĂ­fico, la guerra con Chile, la ReconstrucciĂłn Nacional, las guerras mundiales y – por supuesto – la Reforma Agraria peruana de 1969.

SerĂ­a despuĂ©s de la independencia de Estados Unidos y de la RevoluciĂłn Francesa que don AgustĂ­n Leocadio decide abandonar el virreinato del PerĂș para luchar por la emancipaciĂłn de las colonias españolas en AmĂ©rica. Antes de partir a ultramar, el 20 de diciembre de 1799, hizo un testamento dejando todos sus bienes a tres personas: su tĂ­o Juan JosĂ© Belzunce; su antiguo preceptor y catedrĂĄtico sanmarquino, HipĂłlito Unanue; y su amigo MatĂ­as Larreta. De acuerdo a la clĂĄusula XV del testamento, señala al primero como heredero principal, pero si fallecĂ­a antes que el testador, el segundo y el tercero (por su orden) heredarĂ­an la mitad de sus bienes. Y como Belzunce y Larreta fallecieron antes que Landaburu, el cĂ©lebre sabio quedĂł favorecido con la mitad de los bienes.

La otra mitad fue vendida en subasta pĂșblica, a fin de cancelar las deudas y obligaciones que se habĂ­an contraĂ­do. La subasta tuvo como Ășnico postor a don JosĂ© SaldĂ­var, quien declarĂł que adquirĂ­a los bienes a nombre de Unanue. De este modo, finalmente todos los bienes quedaron a cargo del ilustre maestro. En 1826, el mĂ©dico y prĂłcer de nuestra Independencia se fue a vivir a Cañete, y años mĂĄs tarde decidiĂł abandonar el valle a causa de una enfermedad que le condujo a Lima para descansar en la eternidad el 15 de julio de 1833, cuando tenĂ­a 78 años de edad. Sus restos actualmente reposan en el PanteĂłn de los PrĂłceres.

El volumen 7 de la ColecciĂłn Documental de la Independencia del PerĂș contiene los testamentos de don AgustĂ­n de Landaburu y Belzunce y don HipĂłlito Unanue, que tratan sobre la Plaza de Acho. El de Landaburu dice: «En este papel se contiene mi Ășltima voluntad y testamento, la que dejo a mi tĂ­o don Juan JosĂ© Belzunce. Lima, 20 de diciembre de 1799». Da sus generales en los primeros Ă­tems. En el 11 declara por sus bienes propios y acciones la hacienda San Juan de Arona, con todos sus esclavos y ganados, mĂĄs las haciendas de GĂłmez, PepiĂĄn y Cerro Blanco, igualmente con sus negros, aperos y ganados, y la plaza firme de Acho, «con el privilegio exclusivo de jugar ocho corridas en cada año». En el Ă­tem 13 instituye heredero universal a su tĂ­o don Juan JosĂ© Belzunce. Y encomienda la tutela y curadurĂ­a de los legados, en primer lugar a su tĂ­o, y en segundo lugar a Unanue.

En 1809 una real orden mandó secuestrar los bienes de Landaburu por su adhesión a la causa de la emancipación americana. El prócer limeño pasó una serie de desventuras en Europa y se sabe que murió en Londres el 4 de julio de 1814.

El legado de los Landaburu: cultura y sociedad

Como diputado por la intendencia de Arequipa, Hipólito Unanue marchó a las Cortes generales a fines del mismo año 1814, y logró en la corte real que se dieran a su favor los bienes de aquella fortuna vasco-peruana. El 16 de agosto de 1816, en virtud del poder original conferido por Landaburu, y habiendo muerto el primer albacea don Juan José Belzunce, Unanue da cuenta del citado testamento ante el escribano limeño Gerónimo de Villafuerte.

El 14 de noviembre siguiente, en el inventario y tasaciĂłn de los bienes del finado don AgustĂ­n Leocadio de Landaburu, se hace referencia al «privilegio de correr ocho corridas de toros anuales en la Plaza de Acho por cierto nĂșmero de años, los que conducidos pasan al Hospital de Pobres de esta capital». Antes de morir, Unanue pidiĂł a sus albaceas declarar que, al entrar en la administraciĂłn de los bienes en 1801, las haciendas tenĂ­an de gravamen, censos y responsabilidades unos 200.000 pesos. La Plaza de Acho, que era su mejor bien, por real cĂ©dula del 6 de noviembre de 1798 se habĂ­a mandado sacar a remate. Pero al fin se resolviĂł que, dĂĄndole a Landaburu lo que se le debiera, se aplicase la propiedad al Hospital de Pobres de nuestra ciudad. Esto quiere decir que Unanue se dio maña para contener el despojo de la plaza, porque las pingĂŒes rentas que brindaba servĂ­an de sustento a su dueño.

Ya en tiempos republicanos, varias entidades quisieron quedarse con la plaza, pero el 12 de octubre de 1831 se adoptĂł el arbitrio de arraigarla en el Hospicio de Pobres, el mismo que a poco pasĂł a integrar la Sociedad de Beneficencia de Lima, instituida por decreto de 12 de junio de 1834. AsĂ­ ha quedado el bicentenario coso de Acho, hasta el dĂ­a de hoy, en manos de una instituciĂłn tan emblemĂĄtica como la Sociedad de Beneficencia de Lima Metropolitana. Con mĂĄs de 200 años de historia, la Plaza de Acho ostenta el tĂ­tulo de Monumento HistĂłrico Nacional y es la tercera en antigĂŒedad en el mundo, despuĂ©s de la Real Maestranza de CaballerĂ­a de Sevilla (1761) y del coso de la Misericordia de Zaragoza (1764). Como hemos visto, su origen se debe al linaje de los Landaburu, buenos hijosdalgo provenientes de la tierra de Ayala, en Álava, y vinculados por sangre y firmes intereses a la historia y cultura del PerĂș.

Lima, diciembre de 2014.

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Don MartĂ­n de Osambela, comerciante navarro de los siglos XVIII/XIX, y su descendencia en el PerĂș

Este artĂ­culo lo pueden encontrar en esta entrada de nuestro blog.

Crónicas Vascas: Comerciantes y administradores. El papel de los vascos en la América colonial


Foto de cabecera: Lima en el siglo XVIII

 

La serie bicentenario de las independencias americanas, en un proyecto de La Asociación Euskadi Munduan,  Limako Arantzazu Euzko Etxea, la Hermandad de Nuestra Señora de Arånzazu de Lima, y el Fondo Editorial de la Revista Oiga.

Last Updated on Abr 28, 2023 by About Basque Country


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