Este artículo se ha publicado en primer lugar en la web de Limako Arantzazu Euzko Etxea y ha nacido de la colaboración de Limako Arantzazu Euzko Etxea, la Revista Oiga y la Asociación Euskadi Munduan, responsable del blog aboutbasquecounty.eus.
Tal día como hoy, 5 de septiembre pero de 1923, nacía Francisco «Paco» Igartua, por lo que hoy conmemoramos el centenario de su nacimiento.
La importancia de la vida y trayectoria de este vasco-peruano (tanto para Perú como para Euzkadi) nos hace escoger su reivindicación como vasco de la diaspora como nuestra aportación en la celebración de esta edición del Día de la Diaspora Vasca (8 de septiembre).
Su figura tiene un interés muy especial en una celebración como esta. Nació de padre vasco y madre catalana y la consciencia de su «vasquidad» y de su conexión con la tierra de su padre no la adquirió hasta su edad adulta. Desde ese momento su compromiso con Euzkadi y con la comunidad vasca del Perú fue una constante. A todo ello hay que sumar su proyección y prestigio como periodista en Perú, donde es una figura de referencia incontestable.
Si unimos todos esos factores, es comprensible que estemos convencidos de que Francisco «Paco» Igartua es una figura significativa de nuestra diaspora del siglo XX, que merece el conocimiento y reconocimiento por parte de sus compatriotas vascos, dentro y fuera del Perú.
Biografía de Francisco «Paco» Igartua
El 5 de septiembre de 1923, nacía en la provincia limeña de Huarochirí el periodista peruano Francisco «Paco» Igartua Rovira. Fue fundador de dos de las principales revistas políticas de Perú, Oiga y Caretas. Ejerció, a la vez y de una manera muy apasionada, el periodismo informativo y el de opinión, sus posicionamientos contra la corrupción, en defensa de la democracia, la justicia social y la libertad de prensa, le valió a lo largo de su vida persecución y exilio.
En la década de los cuarenta inició su carrera en el semanario Jornada, al que renunció después de que no le dejaran publicar su testimonio sobre la paliza que recibió cuando intentaba entrevistar a Víctor Raúl Haya de la Torre, fundador y líder más importante del partido aprista peruano.
En 1948 fundó la revista Oiga, que tuvo una accidentada existencia. En la que fue la primera época de la revista, sólo se editaron cuatro números porque el régimen del general Manuel Odría ordenó su clausura y que Igartua fuera a prisión, para después deportarle a Panamá.
Durante esta deportación acudió a un congreso de escritores que se celebraba en Chile. Allí, con Curcio Malaparte y Camilo José Cela de por medio, se le pidió al Gobierno peruano su vuelta a su país. Tras ello dos escritores le acompañaron hasta Lima y se refugió en el periódico «El Comercio», hasta que el gobierno le autorizo a quedarse, acabando con la deportación.
Tras ese regreso a Perú, en 1950, fundó junto con Doris Gibson la revista Caretas, que hasta la fecha es la principal revista política peruana. Después de varios años, en 1963, abrió nuevamente la revista Oiga. Esta nueva etapa terminó cuando, en 1974, la dictadura militar del general Juan Velasco cerró la revista y persiguió a su director, que se refugió en México.
En ese país, en el que vivió cuatro años, dirigió el suplemento cultural de diario mexicano «El Sol». Gracias, entre otros, a vascos de la diáspora.
En 1978 regresa a Perú y retoma el proyecto de Oiga desde donde continuó denunciando los desmanes de miembros de la clase política y económica de su país.
La «herencia» de esta revista, es decir, su fondo, sus marcas y su cabecera, se encuentran en manos de la Editorial Periodística Oiga, que tiene como objetivo conserva en su integridad la memoria y los principios con las que le guiaron su fundador y director por casi 50 años.
Paco Igartua siguió escribiendo en varios periódicos peruanos, como Correo y Expreso. Seguirá haciéndose escuchar en su columna “Canta Claro” donde trató temas económicos, políticos y sociales.
Además de su fructífera actividad periodística, publicó varios libros, entre los que destacan Siempre un extraño, la primera parte de sus memorias, y Reflexiones entre molinos de viento, con sus artículos periodísticos.
Estaba casado con Clementina Bryce, hermana del famoso escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, con la que tuvo dos hijos.
Falleció en Lima el 24 de marzo de 2004.
Programa de Baskonia Americana dedicada a Paco Igartua – ©ETB 2005
La transformación de Paco Igartua en un vasco-peruano
Pero hay una faceta de su personalidad y de su ser que es muy poco conocida en Perú, a pesar de ser fundamental. Nos referimos a su compromiso con lo vasco, a su conexión directa con sus raíces, situadas en Oñate, en el corazón del País Vasco y muy cerca de donde la Virgen de Aránzazu tiene su basílica originaria.
Esto último puede ser visto como casi premonitorio, ya que bajo la advocación de la Andra Mari de Arantzazu los vascos constituyeron a lo largo de toda la América colonial, y en Filipinas, las hermandades y cofradías donde se reunían y que estaban organizadas como sociedades de apoyo mutuo. De aquellas organizaciones de vascos que conformaron una red que unía la América colonial y la metrópoli y que, como decimos, fue respaldo y apoyo de los vascos durante más de dos siglos, la primera de ellas, la más antigua, fundada en 1612, fue la de Lima.
Igartua no tuvo en sus primeros años de vida un sentimiento claro de que formaba parte de una «comunidad vasca». Su padre murió cuando él era muy joven, tenía 8 años, y su madre se trasladó, con sus hijas e hijos, a Santiago de Chile donde Igartua pasa sus primeros años vida, llegado incluso a pasar un año un año en el Seminario de los Padres Franciscanos de esa ciudad.
Una curiosidad, los Franciscanos son la orden encargada del cuidado y atención del Santuario de Aránzazu y, salvando excepciones, de las iglesias donde los vascos en América ubicaron sus cofradías o hermandades. En el caso de Lima, donde Paco Igartua desarrollaría toda su vida personal y profesional, salvando los periodos de exilio, la iglesia donde la Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu se constituyó en la de San Francisco, donde aún se conserva la capilla que ellos compraron y que pusieron bajo la advocación de la Virgen de Aránzazu. De alguna manera su «vasquidad peruana» se hacía presente en esos detalles, aunque él aun no fuera consciente de ello.
En 1940 vuelve a Lima para estudiar Derecho en la Universidad Católica de Lima. Tenía 17 años y como él mismo explicaba en una entrevista que le realizaron para la web Euskonews en 2002, «el sentimiento de ser vasco era superficial». Lo sentía «como rareza».
Entonces ¿Qué pasó para que años después él se definiera a sí mismo como «vasco-peruano»?
Todo comenzó con el viaje, en 1951, de su hermana a Barcelona para visitar a la parte materna de la familia, los Rovira. En Barcelona descubre que un hermano de su madre, Ramón Rovira, vive y trabaja en Donostia. Le visita y a través de él recuperan la conexión con su familia paterna.
Eso reconectó a Igartua no sólo con esa parte de su familia, sino con su ascendencia vasca. Su primer viaje a Euzkadi lo realizó en el mismo 1951 y desde entonces, hasta su fallecimiento, las visitas fueron habituales (incluso dos veces al año) y en todas las ocasiones visitó el caserío familiar. Viajes que hizo sólo, con su esposa, o con amigos que le acompañaban desde Perú.
Paco Igartua, vasco-peruano
Desde aquel momento paco inició un camino de acercamiento y conocimiento de la realidad de los vascos, tanto en la tierra de origen de estos, Euzkadi, como en la diáspora americana.
Colaboró, de forma decisiva, en la revitalización de la agrupación que, en aquellos momentos, existía en Lima para agrupar a los vascos; contactó con las instituciones vascas, políticas, sociales y económicas, con el objetivo de descubrir la realidad de su tierra de origen; y entabló relaciones con destacados miembros de las comunidades vascas organizadas a lo largo de todo el continente americano.
Esto le llevó a convertirse, para las instituciones vascas, en uno de los referentes de la comunidad exterior. Algo que queda reflejado de forma palpable en que en los dos primeros Congresos Mundiales de las Colectividades Vascas en el Exterior acudió por invitación expresa del Lehendakari (presidente del Gobierno Vasco) donde tuvo un papel destacado desde el primer momento. Actuando de secretario y realizando importantes aportaciones a las mismas.
En el primer congreso, celebrado en 1995, presentó una ponencia en la que analizaba la imagen exterior de Euzkadi. También ayudo a recuperar la historia colectiva vasca sobre la presencia y organización de los vascos en el exterior, en concreto en América.
Frente a la idea de que el primer centro vasco de América se fundó en Uruguay en el siglo XIX, Igartua recordó a los vascos allí presentes que la primera organización de vascos en América era dos siglos más antigua. Que, en 1612, vascos provenientes de Álava, Bizkaia, Gipuzkoa y Navarra se reunieron en la Iglesia de San Francisco de Lima a cargo de los Padres Franciscanos (otra vez esta orden que, recordemos, era y es la responsable del Santuario de Aránzazu) para crear la Ilustre Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu de Lima. La primera de las instituciones de vascos que aparecieron en América y que, durante la época colonial, se convirtieron en una red de apoyo, colaboración de defensa de los interesas vascos. Recordar esa parte de la historia de los vascos en aquel congreso tuvo una importancia esencial ya que ayudó a abrir líneas de investigación que, sin duda, alguna vez se abrirían, pero que, gracias a Igartua, se activaron mucho antes.
En el segundo congreso, celebrado en 1999, presentó a la aprobación de la asamblea una declaración una declaración preliminar sobre la situación de violencia que se vivía en Euzkadi y de apoyo a los esfuerzos de la sociedad vasca para superar la misma. El texto que presentó fue el siguiente:
«Siendo la paz el más difícil y, a la vez, el supremo anhelo de los pueblos, las delegaciones presentes en este Segundo Congreso de las Colectividades Vascas, con la serena perspectiva que da la distancia, respaldan a la sociedad vasca, al Gobierno de Euskadi y a las demás instituciones vascas en su empeño por llevar adelante el proceso de paz ya iniciado y en el que todos estamos comprometidos».
La asamblea aprobó la declaración por unanimidad.
Su visión de la realidad vasca en una época de crisis
Pero este papel de vasco-peruano, como él se definía, también lo ejerció desde su labor como periodista en Perú. Con la Revista Oiga ya cerrada, y dentro de sus «Canta claros» en septiembre de 2002 escribió un artículo titulado «Tratando de esclarecer el tema vasco» en el que buscaba explicar a sus compatriotas la situación real Euzkadi, en unos momentos en los que la maquinaria propagandística del Gobierno del Reino de España, presidido por José María Aznar, intentaba (y en muchos casos lograba) transmitir nivel internacional una visión deformada y parcial de lo que era la sociedad vasca y de lo que estaba ocurriendo allí.
TRATANDO DE ESCLARECER EL TEMA VASCO
Francisco Igartua, septiembre de 2002
En estos días me he tropezado en la calle y en reuniones sociales con lectores de esta columna que, en curiosa coincidencia, me han pedido que escriba sobre un tema de actualidad que ni la prensa ni la televisión les logran explicar. “Por un lado -me dijo uno de ellos-leo que ETA es un grupúsculo y en la televisión veo manifestaciones de muchos miles que la respaldan”. Daré, pues, gusto a estos lectores e intentaré esclarecer en esta breve columna el grandísimo embrollo vasco.
Por lo pronto aclararé que la situación actual en el País Vasco la ha creado, con fines electorales, el líder de la derecha española, quien aspira a volver a ganar por mayoría absoluta la presidencia del gobierno español. Con diversas embestidas contra el nacionalismo vasco (la última ha sido la ilegalización de Batasuna), el señor Aznar halaga al nacionalismo español (millones de votos) y coloca a sus contendores, los socialistas, de furgones de cola de su política, obligándolos a incorporarse la aventura antivasca, ya que no les convendría enemistarse con el electorado supermayoritario, el de toda la península. A su vez, estas embestidas han creado tensiones internas en el nacionalismo vasco, que tiene sus propios afanes electorales.
La última provocación, la ilegalización del partido Batasuna, por mano del juez Garzón, ha colocado a la policía vasca contra los manifestantes vascos que, igual que el gobierno vasco, no están de acuerdo con esa ilegalización, no por simpatía a Batasuna, sino porque unos y otros creen que se trata de un atentado contra la libertad política. Opinar, dicen, no es delito y menos aún callar, o sea no protestar por los asesinatos de ETA.
Además, y principalmente porque el gobierno vasco y la mayoría de los vascos están seguros de que tal medida no debilitará, sino que fortalecerá a la banda criminal etarra.
Y aquí el lector se preguntará desconcertado ¿entonces por qué la policía vasca, que depende del gobierno autónomo vasco, reprime a los manifestantes en Bilbao y Donostia?… Simple y llanamente porque el gobierno del lehendakari lbarretxe está atrapado en el cumplimiento de la ley. Le parece aberrante la ilegalización, pero la ley del Estado obliga al cumplimiento de la orden de Garzón. De resistirse a la decisión del juez quedaría el gobierno vasco descolocado en su principal diferendo con Madrid: en su reclamo para que se cumpla ya la totalidad del Estatuto de Guemica, que es ley del Estado hace décadas y que hasta ahora no se completa, por negarse Madrid a transferir al gobierno autónomo todas las competencias que el Estatuto consagra.
Para que se entienda semejante enredo será necesario explicar, aunque sea muy a la ligera, en qué consiste el nacionalismo vasco. En pocas palabras, diré que está basado en el convencimiento de que el País Vasco (Euskalherria) tiene, históricamente, una identidad nacional inconfundible, cuyo futuro (que no es obligatoriamente la independencia) debe decidido la libre determinación de los vascos.
Pero el nacionalismo vasco, como todo lo vasco, es montaraz e individualista y no es uno solo. Se divide en cuatro: PNV, EA. Batasuna y ETA, este último no es un partido sino una banda criminal de filiación marxista que usa el nacionalismo para sus fines comunistas. Los dos primeros (con fricciones personales entre ellos) nada tienen que ver con el terrorismo y forman el gobierno autónomo de Euskadi, un gobierno moderado y sumamente eficiente, que ha colocado al País Vasco entre las más prósperas regiones europeas. Batasuna es un movimiento socialista y alocado que también reclama libre determinación, pero no condena la violencia etarra y algunos de sus miembros cultivan un irracional odio a España.
La maniobra política de Aznar y Oreja, su consejero en el tema, ha sido meter en el mismo saco a los cuatro, con lo que logra el aplauso y los votos del 90% de la península, pero genera furor en la juventud vasca y refuerza los contactos de ETA con los elementos extremistas de Batasuna. Prende el fuego en Euskadi.
Contra ese incendio absurdo y nada democrático es que está el gobierno del PNV y EA, acompañados por los que aspiran a la paz en Euskadi, entre ellos los obispos vascos (para escándalo de los obispos españoles y la furia de Aznar, que intentó inútilmente la condena del Vaticano a la Iglesia euskaldun). Una paz que no se alcanzará policialmente sino por medio del diálogo. Y la ilegalización de Batasuna lo único que logra es fortalecer a ETA y cortar un hilo para esa posible negociación; similar a la que se produjo en Irlanda con el IRA, gracias a la intermediación del Sin Fein.
El gobierno derechista de Aznar no ha querido seguir los consejos de la razón y la sensatez, que le daba, entre otros, el ex presidente de Italia Cossiga. Ha preferido el grito ciego del franquismo: “¡España Una, antes Roja que Rota!”. ¿Acaso ser múltiple no sería enriquecerse y encajar mejor en la Europa del siglo XXI?»
Igartua, un convencido del derecho de los vascos a decidir su futuro y de su derecho a lograrlo a través de vías democráticas y alejadas de la violencia, siguió con interés, como se comprueba, la tensa situación política y social que vivía la tierra de sus antepasados.
Su conexión con la tierra de origen de su padre le llevó, incluso, a plantearse crear, bajo su dirección, una revista en Euzkadi con un planteamiento similar al que tuvo Oiga en Perú. Una idea en la que recibió el apoyo de algunos vascos de la diáspora que estaban dispuestos a secundarle económicamente. La idea no cuajó tanto por la enfermedad del periodista, como por la dificultad que significaba «ponerse al día» de la realidad social, política y económica vasca, en el detalle que un proyecto de ese tipo exigía.
Igartua. Una huella que perdura
Paco Igartua es, en su vida y en su obra, un reflejo de los mejores valores de los que se enorgullecen los vascos. Forma parte de este pequeño grupo de personas que, gracias a sus convicciones, su compromiso y su capacidad de defender sus creencias sin desmayo y sin plegarse al poder, dejaron una huella indeleble en su país. Su compromiso con la libertad, la justicia social, la democracia y su lucha implacable contra la corrupción y el totalitarismo le costaron una vida de sacrificios y persecución, pero le dieron la satisfacción de que, haciendo lo que creía justo y creyendo en lo que hacía, Perú y Euzkadi le tengan entre sus hijos más preclaros y como un modelo a seguir.
Más información:
- Artículos sobre «Paco» Igartua en aboutbasquecountry.eus
- «Paco» Igartua» en Wikipedia
- Entrevista a «Paco» Igartua» en Euskonews (2002)
- Artículo de Palmira Oyanguren sobre «Paco Igartua» en Euskonews
- Artículo de John Bazan Aguilar sobre «Paco Igartua» en Euskonews
- «América y la identidad vasca» artículo de «Paco» Igartua en la Revista Euskaletxeak
Last Updated on Sep 6, 2023 by About Basque Country