Mark Bieter is an attorney and writer in Washington, D.C. He is the co-author of An Enduring Legacy: The Story of Basques in Idaho. Follow him on Twitter @markbieter
Cuando
asistí el Festival Internacional Vasco Jaialdi 2015 en Boise (Idaho) hace unas semanas, se me ocurrió que ahora mismo podría ser el mejor momento de toda la historia para los vascos. El actual presidente vasco estaba presente. El antiguo presidente vasco estaba presente. Representantes al parlamento central español y docenas de oficiales del gobierno vasco estaban presentes. Todos habían sido elegidos por vascos. Eso no habría pasado de haber habido un Jaialdi 1975.
Durante el Jaialdi 2015, la ikurriña sobrevolaba el Capitolio Estatal de Idaho. También sobre el Ayuntamiento de Boise. Ondeaba sobre el Grove Hotel y sobre la entrada del Pengilly’s Saloon. Estaba pintada en caras, camisetas, y bolsas. Estaba tatuada en hombros y tobillos. Eso tampoco habría pasado de haber habido un Jaialdi 1975.
El Jaialdi 2015 se abrió en la “Basque Block” del centro de Boise con un concierto del músico y ganador de un Grammy Kepa Junkera, que no estaba tocando en Boise sino en directo en streaming desde el piso 40 de la sede bilbaína de Iberdrola, una empresa vasca que ahora es una de las empresas eléctricas más grandes de la tierra. La cámara voló sobre muchos edificios construidos en Bilbao en las últimas décadas, incluido el Museo Guggenheim, que es ahora uno de los edificios mejor conocidos del mundo.
Para Kepa Junkera y su grupo, el concierto arrancó a las tres de la madrugada hora de Bilbao. Pero eso no se notaba en Boise, donde eran las siete de la tarde. Pero no tenías que estar en Boise para ver el concierto. Podrías verlo desde cualquier punto del mundo. Los que sí que estaban en Boise pusieron fotos de la gran muchedumbre en Instagram para que sus amigos en el País Vasco lo pudieran ver.
Y aún así, si estabas en el Jaialdi, parecía que tenía que quedar muy poca gente en el País Vasco. La mayoría lo habían dejado para ir a Boise. Miles habían hecho el largo viaje desde Mundaka, Gasteiz, Donibane Garazi y todos los demás puntos de las siete provincias. Algunos llevaban los jerséis del Athletic Bilbao mientras veían jugar su equipo contra el Inter Baku en la primera ronda de la Europa League, que también se emitió en directo desde Bilbao en el Basque Center.
Había vascos desde California, Australia, México, Wyoming, Venezuela, Argentina, Filipinas. Había vascos de cinco continentes.
Quizá esto no sorprenda a los miles de personas que estaba allí. Pero me sorprendió a mí. Boise es mi ciudad natal, y he estado en los siete Jaialdis desde el 1987. Pero he estado lejos durante muchos años, por lo que puede serme un poco más fácil reconocer el viaje que han hecho y el shock que pueden sentir cuando llegan. Boise es la capital de Idaho, un estado que no fue admitido a la Unión hasta el 1890, cuando fue una ciudad del Viejo Oeste con calles polvorientas, suspendida en el alto desierto y rodeada de montañas. Sigue siendo la zona urbana más remota de Estados Unidos. Y eso en 2015. Imagínate un joven vasco llegando a la estación de tren en 1903. No le esperaba más que años de ovejas y soledad.
Pero no había nada de soledad en el Jaialdi 2015. Todo estaba petado. Todo estaba más petado de lo que debía estar. Fue un gran tema de conversación durante toda la semana: mira cuánta gente hay aquí de todas partes.
El Jaialdi empezó a formar su propia realidad. Doblabas una esquina y te topabas con muñecas gigantes, tres veces más grandes que tú, en un callejón al lado de las cestas de basura, que parecía que llegaban hasta el caluroso cielo azul y listas para su actuación. Se oía la mezcla de cuatro idiomas. Había un hombre delante de 5.000 personas, colgado de una cuerda intentando levantar un fardo de heno todas las veces que pudiera.
Los eventos del Basque Center se llenaban. El Bar Gernika al otro extremo del “Basque Block” se llenó. Te encontrabas espalda contra espalda con alguien de Idiazabal o de Reno y empezabais a hablar. Entonces, de la nada, un grupo triki trixa se apoderaba de la habitación. Todos dejaron de hablar. Y no le importó a nadie. Por eso estaban aquí después de todo.
Y por la noche, había una luna llena, grande y anaranjada sobre las colinas áridas. Estaba ahí por encima de la gente toda la noche. Se quedó ahí en el horizonte mientras el sol se levantaba al otro lado del cielo para aquellos que hacían el gaupasa durante muchas noches en el “Basque Block”, y que puede que aún sigan ahí.
Hay gente que ha conocido a su futura pareja en el Jaialdi. Lo sé porque mi hermano conoció a su futura esposa en el último Jaialdi. Y te daba la sensación de que había otros que estaban conociendo a sus futuras parejas en el Jaialdi.
El Partido Nacionalista Vasco, fundado en Bilbao en el 1895, celebró su 120º aniversario el 31 de julio en Boise. Montaron una fiesta. La bloguera californiana Hella Basque montó una fiesta. Casi todo el mundo montó una fiesta, por sus parientes de Bizkaia y de todas partes. Había fiestas de las que ni te enteraste. Ocurría más de lo que podrías hacer en un mes. Te habría encantado asistir a todo si no hubieras estado ocupado viendo el torneo de pala en el Frontón Anduiza, de 101 años.
Había presentaciones sobre la masacre en 1615 de los balleneros vascos en los fiordos islandeses. Había una presentación sobre los vascos en el Pacífico. Había una presentación fascinante sobre la construcción y exploración navales. Acabo con este pensamiento: Hace siglos, cuando los primeros navíos ingleses estaban saliendo para explorar el mundo, los últimos navíos vascos volvían, habiéndolo explorado ya.
Se oía el euskera por doquier. Iñigo Urkullu, el lehendakari euskaldun, visitó a los chavales de la ikastola de Boise, la única fuera de Euskadi. Había letreros en las cafeterías y tiendas de Boise que ponían “Ongi Etorri”. Probablemente, podrías sobrevivir con sólo euskera durante toda la semana en un estado que ha declarado el inglés el idioma oficial.
Cuando vives fuera del País Vasco, tienes que coger la cultura vasca en las pequeñas dosis que puedas conseguir: un festival de fin de semana, la visita de un amigo, una película vasca que logra encontrarse en un cine artístico. El Jaialdi es más que una pequeña dosis. Es como todo un pinchazo de adrenalina. Se podría ver especialmente en los niños, vinieran de donde viniesen. Nadie podría concretar qué evento o momento podría impactarles más, pero sin duda había impacto.
Para los vascos de Euskal Herria, creo que el Jaialdi es un termómetro. Tienen la oportunidad de alejarse un poco y medir dónde están. Es muy pronto para decirlo, pero tengo la sensación de que mis primeras impresiones probablemente eran equivocadas: puede que el 2015 no sea el mejor tiempo para los vascos. A lo mejor, las cosas pueden ser mejor aún en el Jaialdi 2065.
El único problema del Jaialdi es que ahora es tan grande que no puedes ver a todos los que quisieras. Durante toda la semana, había una persona que quería ver en concreto. Es un amigo vasco de México DF que conocí por primera vez en el Jaialdi 2005. No le volví a ver hasta el Jaialdi 2010. Ya que no le he visto todavía este año, el evento no parece completo.
Entonces, en la luz menguante de la noche de domingo, por fin me topé con él en el Basque Center. Ambos teníamos cinco años más que la última vez, pero fue como si no hubiera pasado ni un día. Le dije, “Miguel, tenemos que dejar de reunirnos así.”
Me puso una cara seria. “No es así,” dijo. Entonces se dio un paso para atrás, estiró los brazos para señalar a toda la gente que había en ese bar petado. “¿Por qué no podemos seguir reuniéndonos así siempre?”
Last Updated on Ene 10, 2018 by About Basque Country