En este 27 de enero que está a punto de terminar en Euskadi, se conmemora la liberación por las tropas soviéticas del campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz-Birkenau en 1945. Es el día que la Naciones Unidas eligieron como el Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto.
Este año se conmemora el 77 aniversario de la liberación de este infierno en la tierra que crearon los nazis y donde fueron torturados y asesinados un millón cien mil personas, la gran mayoría era judía (el 90 %, un millón).
Nos toca vivir unos tiempos en que los forjadores de las«post verdad» se dedican a mentir creando un relato en el que los nacionalistas vascos fueron poco menos que aliados del nazismo y pactaron con él. Hoy mismo acabamos de publicar en el blog la presentación del libro del historiador alemán Ingo Niebel sobre la aventura del lehendakari Aguirre para escapar de las garras del franquismo y el nazismo en una huida por el corazón de la Europa controlada por los nazis, donde el historiador escribe:
«la posverdad también secuestra la historia cuando sus adeptos piensan que pueden escribirla a su gusto sin tener que respetar las mínimas reglas científicas como la de basarse en las fuentes. Hace unos quince años se formó una corriente que, funcionando así, hasta hoy en se dedica a “nazificar” tanto al primer lehendakari José Antonio Agirre Lekube como también a su partido, el PNV.
Hacerlo les sale casi gratis. Por eso parece tan fácil pintar el pasado tan arbitrariamente sin someterse al complejo trabajo de un historiador que, como el forense, ha de procurar de no contaminar el objeto de estudio para que al mismo tiempo le pueda sacar el máximo posible de datos. Para ello hay métodos, que requieren tiempo y que a veces indican otra cosa que lo deseado. Pero así funciona la Ciencia».
De esa «nazificación« hemos tenido una muestra muy cercana, que hemos recogido en nuestro blog y que ha tenido unas nefastas consecuencias. Nos referimos al documental titulado «The Basque Swastica (Una esvástica sobre el Bidasoa)» que, como consecuencia de un relato confuso, daba a entender que había habido connivencia entre el nacionalismo vasco, y el Gobierno Vasco, con las autoridades nazis. De ahí a decir que el lehendakari Aguirre fue a Berlín a negociar con los jerarcas nazis un País Vasco independiente bajo la protección de ese régimen odioso, no faltaba más que un paso. Y se dío. Formando parte esas teorías de un selecto grupo de teorías locas, en la que compite por el primer puesto de «la teoría más estúpida» con los terraplanistas, con los que aseguran que los reptilianos quieren conquistar el mundo, o con los defensores de que los pájaros no existen y que son drones del gobierno.
Un día como hoy nos parece una buena oportunidad para recordar cuál era la opinión del nacionalismo vasco, publicada y difundida, sobre los regímenes totalitarios alemán e italiano a principios de los años 30 del pasado siglo.
Para ello vamos a recoger dos artículos de J. Aitzol, el apodo del sacerdote tolosarra José Ariztimuño Olaso. Un personaje clave en la sociedad vasca del primer tercio del siglo XX y uno de los ideólogos del nacionalismo vasco de esa época.
Aitzol humanista, Aitzol euskazale, Aitzol dinamizador cultural, Aitzol misionero, Aitzol crítico literario, Aitzol escritor, Aitzol periodista, Aitzol predicador, Aitzol conferenciante, Aitzol polemista, Aitzol militante, Aitzol nacionalista, Aitzol teórico, Aitzol cura rojo, Aitzol investigador, Aitzol bertsozale, Aitzol modernista, Aitzol mártir y Aitzol símbolo. Hasta 19 calificativos utilizó Julio Urkaregi en 1987 para definir la vida y obra de un tolosarra que había nacido en 1896 y que apenas contaba 40 años cuando fue asesinado por el ejército franquista. Uno de los muchos sacerdotes vascos fusilados por los «muy católicos» franquistas, y que nunca han sido reconocidos como mártires por la Iglesia Católica.
Él, con sus artículos, ocupó muchas primeras páginas del diario Euzkadi, donde analizaba diversos temas de actualidad bajo el prisma de un nacionalismo vasco que ya se perfilaba como una de las bases de la Democracia Cristiana Europea.
En 1933,bajo la firma de J. Aitzol, escribió dos artículos, publicados en la portada de ese diario, que nos pueden servir para entender la posición del nacionalismo vasco ante el fascismo, el nazismo y su planteamiento de superioridad racial, imposición sobre otras naciones, y de persecución al pueblo judío. Dos artículos que recogemos aquí, en su versión periódico, y transcritos para una mejor lectura.
También incluimos una recopilación de las entradas que hemos dedicado a la relación de colaboración de los vascos y los judíos en aquellos tiempos convulsos en los que fueron asesinados casi seis millones de miembros de esa comunidad nacional y muchos supervivientes apenas podían andar tras su paso por los campos de concentración. En algunos de los cuales compartieron encierro con republicanos vascos.
Diario Euzkadi – 10/1/1933 – Euzkadi
Del nacionalismo histórico italiano al nacionalismo racista alemán
J Aitzol (José Ariztimuño Olaso)
Cada nacionalismo “real” lleva su sello y característica privativo. El fenómeno nacionalista universal como genérico idéntico en la abstracción, adquiere en cada país un matiz diferenciador.
Y tanto en la teoría como en la práctica. Así, por ejemplo, los diversos tratadistas han basado su concepción nacionalista en diversos fundamentos. Buckle y Blunstcheli determinan como las principales características que especificar una nacionalidad el suelo y el clima. Para Mohl la nación es un concepto étnico; la raza es el fundamento básico de la nacionalidad. Es esta teoría la más común y autorizada entre los tratadistas alemanes. De idéntico modo opina Burgess “Primaria y propiamente la voz “nación” es un término de etnología, y el concepto que expresa es un concepto etnológico”
Para otros,’en cambio, no son factores esenciales de la nacionalidad éstas que en sí expresan algo material, sino aquellos otros que son el índice revelador de la espiritualidad de un pueblo. Para los tales es el idioma el elemento primordial, que determina la existencia de una nación. Gumplowiez, que rechaza “como nota de unidad característica de nacionalidad lo racial o físico, admito—escribe—lo moral y espiritual, y declaro que la nacionalidad se exterioriza por la lengua común”. Es de este mismo parecer Schafe al manifestar que “la lengua es capitalización simbólica de todo trabajo espiritual, el símbolo exterior del carácter espiritual de un pueblo”.
Peregrinas y variadísimas son las opiniones que ensayistas, trataditas y escritores exponen y defienden sobre las notas esenciales de la nacionalidad. Tales pareceres, según nuestra opinión, más que a cánones científicos se deben a deseos patrióticos de robustecer la posición y el credo de sus propias nacionalidades.
Ejemplo bien elocuente nos lo ofrecen los actuales nacionalismos. El nacionalismo alemán se basa en la raza. Alemania cree indiscutiblemente en los destinos superiores y en las virtudes extraordinarias de su raza germánica. Toda una serie de filósofos de renombre, como Hegel, Nietzsche, Kant, Leibníz, no han hecho sino preparar el camino a las frenéticas -ideas nacionalistas pseudo-cientifiras de Fichte. Este llegó a declarar que Alemania es el “Pueblo” que, a semejanza del hebreo en la antigüedad, por las virtudes sobresalientes de la raza germánica está llamada a dominar a la humanidad.
Han creído algunos que el entusiasmo encendido en Alemania por Hitler es una fiebre pasajera de tensión patriótica. Tiene ese movimiento popular más hondas raíces. Las concepciones filosóficas v las enseñanzas de los ensayistas han hecho creer al pueblo alemán, exponiéndole razones pseudo-científicas, que en sus entrarñas raciales lleva los gérmenes de una regeneración mundial. El acierto de Hitler ha estado precisamente en explotar esos sentimientos mesiánicos del pueblo alemán, concretándolos en un programa popular, falso y erróneo, si se quiere, pero que durante muchos años había sido autorizado y prestigiado por las enseñanzas de los filósofos.
Diverso completamente a ese nacionalismo es el italiano, que hemos estudiado ya. El nacionalismo fascista es del tipo histórico. Sueña con imperios y poderíos universales. Quiere restaurar el antiguo imperio de Roma. Extender las águilas del Lacio sobre otros pueblos. La historia de las grandezas latinas habla al alma del pueblo italiano, dominado por el fascismo. Más que en la raza fundamentan sus destinos imperialistas los fascistas en la misión histórica de aquel gran imperio, cuyos herederos más legítimos y directos son los italianos de hoy.
Claro es que también los italianos invocan la raza, como los alemanes recuerdan el gran imperio germánico. Mas la firmísima roca sobre la que cada uno de estos pueblos asienta su nacionalismo “exagerado”, que se trueca al cabo en imperialismo execrable, es para los germanos la raza, su antigua y siempre pura e incontaminada raza- alemana, y para los otros la herencia de-la más deslumbrante historia, la del imperio romano.
Nada tendríamos que oponer a ninguna de estas dos teorías si cada una de ellas, ciñéndose , a su misión propia, se limitara a cultivar y fomentar su nacionalidad. No nos inquietan a los vascos, .ni en el terreno de la teoría ni en el de la práctica, las diversas opiniones que tamo constitutivas de la nacionalidad se sustenten, ni el que cada pueblo haga valer éstas u otras razones “científicas” para robustecer sus pretensiones. Nosotros, poseedores de todas y cada una de esas características que los filósofos y ensayistas exigen para determinar la existencia y la verdad de una nacionalidad, no hemos de condenar que éste o aquél pueblo justifique sus anhelos nacionales fundándose en ésta o, aquélla característica, porque o carecen de otras, o no están lo lo suficientemente contrastadas y comprobadas.
Pero lo que si debernos condenar es que, fundándose los unos en los destinos sobrehumanos de una raza incontaminada, se crean un pueblo con derecho a erigirse en mentores de la humanidad. y los otros, como herederos de un imperio, sueñen en una misión histórica que les confiera el predominio sobre otras nacionalidades,
Estos pretendidos derechos, enraizados en una historia de iniquidades, no son legítimos para que Italia oprima a otras razas, Ya lo hemos visto anteriormente. Por eso su “supernacionalismo” es execrable.
Por la misma razón, tampoco Alemania puede divinizar a su raza hasta hacer de ella una deidad, negando la soberanía de Dios y los derechos de la Iglesia, considerando a los demás pueblos como a castas inferiores.
Tan reprobable es el “supernacionalismo” fascista por su imperialismo, como el racismo por la exaltación sobrehumana de su origen germano, negando toda divinidad.
Si cabe, el nacionalismo de Hitler es más “exagerado”• que el de Mussolini, Lo iremos vivido.
Diario Euzkadi – 10/3/1933 – Euzkadi
Triunfo del nacionalismo sobre el internacionalismo
J Aitzol (José Ariztimuño Olaso)
El sentimiento racial del nacionalismo alemán ha derrotado el movimiento utópico internacionalista, basado sobre el interés económico. Las dos organizaciones internacionalistas de Alemania, el socialismo y el comunismo, han sido arrolladas por el ideal racista.
Hitler, la encarnación del nacionalismo étnico de Germania, ha recibido la confianza de la mayoría del pueblo alemán. Es indiscutible que, hoy por hoy, el ideario nacionalista, aunque revestido de notas demasiado radicales, contrarresta las campañas del internacionalismo socialista.
Pero las huestes de Hitler no se han nutrido solamente con la aportación de cooperaciones del campo del internacionalismo social, sino también con las deserciones de las organizaciones católicas.
Ha sabido el caudillo racista alemán realizar tina certera campaña electoral para atraerse a los católicos y, sobre todo, a su juventud. Esta, que ya en gran cantidad hablase afiliado en las organizaciones nacional-socialistas antes de las elecciones, es de suponer que después de la campaña tan diestramente realizada se haya sumado definitivamente a Hitler en mayor proporción.
El hoy canciller de Alemania ha tenido sumo cuidado en agradar a los católicos , en sus discursos. En el pronunciado por Hitler en el Palacio de Deportes, de Berlín ante 20.000 personas, dirigió estas palabras a los católicos: “Las causas de la decadencia han de ser suprimidas radicalmente con la ayuda de Dios Todopoderoso. Nunca aceptaré un compromiso en la lucha que debe resumirse en esta frase: El marxismo contra el pueblo alemán. Nuestra gran tarea debe ser devolver al pueblo la fe en Dios y construir la nación sobre los dos pilares del campesino alemán y del obrero alemán. Acompañado del ministro católico Von Papen, exclamaba Hitler en Stuttgart : “Ayudad al Gobierno no sólo de cristianos y con católicos a su cabeza, sino decidido a luchar siempre por la cultura cristiana y contra el marxismo ateo y fomentador de los sin Dios Huid de los que se aliaron con los organizadores de la escuela laica.”
Es indudable que unidas estas categóricas declaraciones de espiritualismo cristiano y hasta católico con la exaltación nacionalista proclamada por Hitler. arrastren a no pocos católicos a votar la candidatura del líder racista.
Si la doctrina nacionalista de Hitler no fuera sino la exaltación de su raza, concretada en la nacionalidad alemana avalorada con esas manifestaciones cristianas y católicas, nosotros no tendríamos sino motivos de justa satisfacción y alegría.
Pero esas declaraciones del jefe nacional-socialista, ¿son sinceras? ¿ Se ha retractado de sus ideas agnósticas y anti-cristianas, de sus doctrinas de odio contra los judíos y de sus designios de sacrificar por la pureza de la raza alemana a inválidos y enfermos? Estas ideas, paganas y materialistas, valieron al racismo alemán la condenación del cardenal Faulhaber, denunciándolo, por sus exageraciones, como la herejía del siglo XX.
¿No habrá sido todo lo manifestado en la campaña electoral una premeditada táctica para atraerse la simpatía. y el apoyo de los católicos alemanes? ¿O es que Hitler, dándose cuenta de los extremismos de su nacionalismo exagerado quiere encauzarlo hacia otros derroteros más serenos y justos?
Los postulados sustentados por Hitler hasta hace muy pocos meses eran precisamente aquellos en los que consiste el nacionalismo exagerado reprobado por el Pontífice Pío XI.
Así, por ejemplo, pretendía el racismo restituir la religión y el culto de los antiguos germanos, implantando la antigua idolatría nacional. “El emblema del dios-Sol contiene y encierra todos los secretos del porvenir universal ; él nos restituirá la sabiduría ; él es la llave de la liberación del hombre; en él hay que en-centrar la esencia divina”, se escribía en el ideario nacional-socialista; “No es el cristianismo el que nos ha dado la moral: sus valores durables y reales; es el alma germánica la que nos lo ha dado”, exclama el líder Alfredo Rosenberg.
Bien sabido es, y en estas mismas columnas lo hemos dicho, que los alemanes proclaman como la esencia de su nacionalidad, la raza. Así se ha llegado a decir que para sustituir la Trinidad venida de Oriente, el pueblo alemán proclamaba su Trinidad condensada en la “Trinidad de Sangre, Fe y Estado”. Esta exaltación idolátrica de la raza ha llevado al racismo a predicar d odio y la guerra sin cuartel al pueblo judío. Y por esta razón proclaman, como libro detestable y despreciable, el Antiguo Testamento, que tanta relación tiene con el pueblo israelita. Sin embargo, esto no impide que Roberto Ley escriba este dislate: “Yo saludo en Jesús al primer hitleriano cual él exclamaba : ¿ No son los judíos una raza de bandoleros y de vívoras?”
No nos es posible ir entresacando, de abundantes documentos, citas para comprobar las confusas y absurdas ideas religiosas de los primates del racismo alemán. Uno de los puntos fundamentales del nacional-socialismo de Hitler ha sido se rencor, .mal disimulado, contra el Vaticano. Pretende el racismo crear una Iglesia alemana, con la fusión del protestantismo y el catolicismo, pero de carácter total y absolutamente nacional.
Y condición necesaria para la constitución de esa Iglesia alemana sería el “arrancarla de la influencia de Roma, de la Internacional y del Antiguo Testamento, que son cosas esencialmente judías”. Por esta razón el filósofo y maestro espiritual del racismo, el conde de Reventlow, ha escrito: “Una. paz con Roma resulta una ruptura absoluta esencial e intolerable con la idea nacional-socialista”.
Bien se advierte que entre estas declaraciones de los doctrinarios del racismo y las últimas manifestaciones de Hitler, de un espiritualismo cristiano y católico innegable, media un abismo. Para nosotros la explicación más probable es que se ha introducido en el nacionalsocialismo una reforma trascendental mediante la colaboración de católicos destacados. Ellos han hecho que se destierren esos errores paganos, agnósticos y racionalistas. Ellos harán también que el racismo se acerque a la Iglesia católica. Así se desprende de las últimas actuaciones y declaraciones de Hitler.
Aun los más acérrimos adversarios de Hitler reconocen en sus doctrinas un gran fondo de espiritualidad : los principios de una severa moralidad en cuanto a las costumbres y la disciplina de una actuación viril que tiende a fortalecer la voluntad.
Dios quiera que el nacionalismo “exagerado” de Hitler, hasta hace pocos meses predicado en Alemania, tienda hacia un nacionalismo recio y enérgico, pero sereno Y justo, que se desenvuelva dentro de los postulados de la fraternidad universal.
Ese nacionalismo razonable y verdadero será el mayor enemigo del internacionalismo ateo y materialista, predicado por las organizaciones socialistas.
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Last Updated on Ene 28, 2022 by About Basque Country