Tal día como hoy, en el año de 1948, se publicó el primer número de la revista Oiga!, la mayor obra del periodista y escritor Francisco «Paco» Igartua. Del que hemos escrito mucho en esta web y del que se acaba de celebrar el centenario de su nacimiento. Ese 8 de noviembre fue el inicio de Oiga, la revista de análisis que haría historia en el Perú y que ahora, en pleno siglo XXI y a 75 años de su nacimiento, sigue siendo un referente del periodismo de este país. Entonces tenía 25 años y ya había conocido lo que es ir a la cárcel por ejercer la libertad de expresión.
El nacimiento de Oiga
La aparición del semanario Oiga! fue consecuencia del golpe que el general Manuel A. Odría encabezó, un 27 de octubre de 1948, contra el presidente José Luis Bustamante y Rivero. No es extraño, por lo tanto, que en su primer editorial su fundador y director escribió: “Aparece este semanario en un momento crítico y lleno de incertidumbre e inquietud para la patria”.
Pero solo salieron tres números, pues su director fue encarcelado a las cuatro semanas de la inauguración. Aquél primer número fue seguido de dos más y por su cierre, ordenado por la dictadura odriísta.
Con ello acabó la primera etapa de esta publicación. Tan corta en el tiempo que, en muchas ocasiones, no se cuenta como una de las etapas de esta publicación.
En su libro “Siempre un extraño”, Francisco Igartua menciona un hecho que hasta el momento no había sido recogido por sus biógrafos: en el financiamiento de esta primera Oiga, participa desinteresadamente la periodista y publicista peruana Doris Gibson Parra del Riego, tal como lo menciona Igartua a continuación:
«Aquella mañana del uno o dos de noviembre de mil novecientos cuarenta y ocho, cerca del mediodía, exponía Francisco en los portales su propósito de publicar un semanario, un panfleto, que gritara las protestas de su generación por el cuartelazo contra Bustamante y su rechazo a la dictadura que acababa de entronizarse en el país. Pero Francisco no tenía un centavo. En la mesa estaban Sérvulo y Doris Gibson, Guillermo Ugaz, Juan Ríos, Carmen Sosa y alguien más. Francisco explicó sus proyectos y su falta de fondos. Doris Gibson se prestó de inmediato a conseguirlos. Y, poniéndose de pie, se dirigió al otro lado de la plaza, a los portales del frente, al Chez Víctor, donde esperaba encontrar a Armando Revoredo, el último Primer Ministro de Bustamante, que acababa de estar en prisión. Al poco rato regresó Doris a la mesa del Café. Traía dos mil soles para Oiga, el proyecto de Francisco. Los mil que faltaban, también por intermedio de Doris Gibson, Francisco los obtuvo, con alguna solemnidad y firma de un documento simbólico, de Pechitos Bustamante. Así nació el primer periódico personal de Francisco: Oiga»
Primer exilio
Como es de imaginar, esta publicación no le gustó al régimen odriista. De ahí su cierre obligado. Pero le gustó menos aún que pocos meses después, en octubre de 1950, Igartua asumiese la dirección de la revista Caretas, fundada por Doris Gibson Parra y por él mismo.
Le gustó tan poco que en 1952 decidió deportarlo a Panamá. Desde donde Igartua viajó a Chile para después volver, por sorpresa y sin autorización del gobierno militar, a Lima. Allí se refugió en el diario El Comercio de donde el régimen dictatorial intentó sacarle a la fuerza, algo a lo que se negó el director del diario, Luis Miró Quesada. Después de muchas negociaciones Igartua pudo quedarse en su país y asumir, de nuevo, la dirección de Caretas.
La vuelta de Oiga. Segunda y tercera etapa
En 1962 abandona esta publicación para volver a activar Oiga, esta vez sin signo de admiración, y convertir esta revista en el principal semanario de análisis político del Perú. En esta época Igartua como director de la revista, y por lo tanto como responsable de la línea editorial de ésta, va apoyando a diferentes candidatos a la presidencia.
Candidatos como Fernando Belaúnde Terry al que respalda durante su campaña presidencial de 1962 para, con posterioridad, fiscalizar su gobierno y ser muy crítico con el mismo. Porque él, Igartua, siempre se mantuvo fiel a sus posicionamientos contra la corrupción, en defensa de la democracia, la justicia social y la libertad de prensa.
Eso le llevó a apoyar a aquellos líderes políticos que parecían coincidir con estos principios, para luego fiscalizarlos y criticarlos al ver que, en la práctica y una vez alcanzado el poder, todos se olvidaban de los principios.
Durante este gobierno, el de Belaunde, Oiga inicia su tercera etapa al abandonar en 1965 el formato «periódico» y adoptar la forma de una revista «estilo Time».
En 1968 ante la situación de bloqueo que sufría el gobierno de Belaunde a manos del APRA y loa odriistas, los militares, encabezados por Juan Velasco Alvarado, dan un golpe de estado justificado por la necesidad de impulsar un plan que sacase al país de la situación de crisis en la que se encontraba.
Tras el golpe, los comandantes generales del Ejército, la Marina y la Fuerza Aérea se constituyeron en Junta Revolucionaria e instauraron el autodenominado Gobierno Revolucionario de las Fuerzas Armadas, que se planteaba como objetivos incrementar la justicia social a través de nacionalizaciones de los sectores productivos estratégicos (como bancos, industria petrolera y sectores relacionados con la exportación) y de una profunda reforma agraria.
Igartua y por lo tanto Oiga, apoyó el proceso de reformas. Pero defendiendo la necesidad de convocar elecciones para una Asamblea Constituyente, y que se mantuviera la libertad de prensa.
El segundo exilio
La protesta de Igartua a través de Oiga el control de los diarios por parte del gobierno de Velasco trajo como consecuencia su exilio a México en 1974, donde permaneció hasta 1977. Es decir, Igartua fue exiliado tanto por gobiernos de derecha como por gobiernos de izquierda. Gobiernos de ideologías diferentes pero que tenían en común su posicionamiento contrario a la democracia y, por lo tanto, a la libertad de expresión y prensa.
Podría haberse exiliado en el Chile recién controlado por el golpista Augusto Pinochet, tan contrario a los principios que decía seguir Velasco. Pero no, escogió México. El México que recibía a los chilenos que huían de la represión del golpista Pinochet y a los que, como él, huían de la represión de otro dictador que se decía de signo contrario, Velasco. Allí, como reconocimiento a su calidad como periodista acaba siendo el director del Suplemento Dominical del diario Cadena Sol. Un caso extraordinario que demuestra su prestigio, ya que no es habitual que un «no mexicano» dirija un medio de comunicación.
Igartua estuvo en México en un momento de una gran vitalidad cultural, literaria y artística en general. Allí convivió con algunos de los más importantes escritores y artistas iberoamericanos. Con los que no solo mantuvo una intensa relación, sino con los que colaboró a traves del Suplemento Dominical del diario Cadena Sol. Hay una tarea por realizar, importante, en el estudio la vida de Igartua: investigar su trabajo y sus relaciones durante los tres años que estuvo en México.
Como preludio de ese trabajo y gracias a la labor de Josu Legarreta se han sacado a la luz dos artículos firmados por Igartua en México. Son de los pocos que aparecen firmados por él en aquel país y, seguro que no por casualidad, tratan de dos asuntos de gran importancia para un demócrata, defensor de la libertad y un vasco, como era Igartua.
Nosotros, en este aniversario de la revista Oiga, los reproducimos, porque pensamos que reflejan el espíritu que guio toda la vida a este peruano que se sentía profundamente vasco.
Su visión del franquismo
En el dedicado a otro dictador, tipo de personaje que por cuestiones vitales conocía muy bien, se refiere a los estertores del régimen de Franco y de diferentes horizontes que se perfilan tras la desaparición de su régimen dictatorial. En el artículo demuestra un buen conocimiento de lo que ocurre en aquel «Reino de España en estado de regencia» (tal y como lo definió el propio dictador).
Habla de los movimientos de los grupos de oposición democrática; del cese de la Jefatura del Alto Estado Mayor del teniente general Manuel Díez-Alegría, poco cercano a los grupos más intransigentes del franquismo; y cita a los vascos como los únicos que dentro del Estado español mostraron una clara oposición al régimen impuesto por el dictador.
En su amplio artículo también se puede leer, entre líneas, una respuesta a los que defienden posiciones totalitarias escudándose en bien del pueblo. Lo hace citando a Mario Soares y su apuesta por un socialismo respetuoso con la democracia, la libertad y la justicia social, contraponiéndolo a los que entre democracia y justicia social piensan que se puede sacrificar la primera con la exclusa de defender la segunda. Tal vez pensando también en un caso tan cercano a él como el de Velasco Alvarado.
Lope de Aguirre, la primera declaración de independencia americana
El segundo artículo, el de Lope de Aguirre «el loco», como se le suele llamar, o «el traidor» como él mismo se autodenomina en su extraordinaria carta a Felipe II donde declara la independencia de las tierras americanas en pleno siglo XVI, no sólo es una lección de análisis o de historia. Es la reivindicación de un hombre, de un vasco, olvidado y vilipendiado.
En Isla Margarita y otros lugares de Venezuela, hoy en día (o hasta hace muy pocos años) se amenazaba a los niños que se portaban mal con que iba a venir «Lope de Aguirre». Lo que indica el poder de la leyenda negra impuesta por los poderes coloniales, que ha sido capaz de mantenerse incluso en la Venezuela republicana que se libró del yugo colonial creado por los mismos que denigraron a Lope de Aguirre.
Igartua en su artículo de Lope de Aguirre hace lo mismo que hizo muchos años después en el primer Congreso de la Comunidades Vascas en el Exterior, recordar y reivindicar una figura histórica olvidada, presentándola en todo su valor e importancia.
En el primer congreso de los vascos en el exterior, que se celebró en Vitoria en 1995, reivindicó ante todos los representantes de esa comunidad en el mundo y ante las instituciones a otros vascos, a los miembros de nuestra Hermandad de Nuestra Señora de Aránzazu de Lima.
Lo hizo recordando que las primeras agrupaciones de vascos organizadas en América no nacieron en el siglo XIX, como afirmaban los que no tenían una visión global de los vascos en el mundo, sino en el siglo XVII. Las hermandades y cofradías de Aránzazu, nacidas para la defensa de los intereses de la comunidad vasca y que sirvieron para crear una red de apoyo para los vascos en todas a lo largo de todo el Reino de las Españas. De todas ellas la de Lima, nacida en 1612, fue la primera.
Vuelta al Perú. Cuarta y quinta etapa de Oiga
Al retornar al Perú inauguró la cuarta etapa de Oiga en 1978 y se procedió recuperar, de nuevo, el formato tipo tabloide, a la vez que se usó un nuevo membrete: Oiga 78.
En 1980, con el inicio del segundo gobierno de Fernando Belaúnde, Oiga abrió su quinta etapa, al convertirse de semanario de análisis en revista de más amplia cobertura, recuperando el formato «estilo Time» e incluyendo, también, nuevas secciones dedicadas a asuntos no tan políticos y más cercanos a amenidades.
Lo que siguió manteniendo, sin desmayo, fue una coherente postura de defensa de los principios que siempre le guiaron: la lucha contra la corrupción y la defensa de la democracia, la justicia social y la libertad de prensa. Es decir, desde donde continuó denunciando los desmanes de miembros de la clase política y económica de su país.
Con grandes esfuerzos y dificultades Oiga se mantuvo en los quioscos durante de los gobiernos de Belaunde, Alan García y el primer quinquenio de Alberto Fujimori, hasta que la presión política y económica de este último, convertido en un dictador a través de un autogolpe, contra la prensa opositora obligó, por asfixia económica a través del acoso tributario, a cerrar la revista. Un cierre que le arruinó, por honrar sus compromisos con los trabajadores y proveedores.
El final de Oiga y su despedida
Posiblemente si se hubiera plegado, como otros, si hubiera abandonado sus principios, la revista con él como director hubiera sobrevivido. Pero Igartua no era de ese tipo de periodistas, ni de persona.
Su último número apareció el 5 de septiembre de 1995, edición número 756, denominado «Adiós con la satisfacción de no haber claudicado». En él se despide con una editorial que cuenta las razones del cierre, pero, sobre todo, explica las razones que le llevaron a no plegarse al chantaje.
Como dice en uno de sus párrafos:
«Pero ¿qué importa lo ganado o lo perdido en la ruta? Sí me importa morir con dignidad, con la altivez con que vivimos estos últimos 33 años de Historia del Perú».
«EDITORIAL “Adiós, amigos y enemigos”
Por FRACISCO IGARTUA ROVIRA 5 de setiembre de 1995
En cualquier despedida algo se va de nuestra existencia y en cada adiós morimos un poco. Y siendo éste un adiós con resonancias mayores, grande es la sensación de acortamiento de la vida que acompaña a mi lápiz en estas líneas, aunque en el cerebro se me vaya afirmando la esperanza de que este adiós sólo será un alto en la larga batalla de OIGA por lograr que los ciudadanos del Perú comprendan que el verdadero desarrollo se logrará únicamente cuando construyamos una democracia, cuando hagamos de esta patria nuestra un estado de derecho, basado en el imperio de la ley. ¿Por qué el cierre de esta quinta etapa de la azarosa existencia de OIGA no puede significar solamente un alto en la batalla? ¿Por qué tiene que ser imposible una sexta y hasta una séptima vida, como los gatos, insistiendo en que los grandes programas económicos, los brillantes empréstitos, la magia de las finanzas, las apabullantes obras físicas, el crecimiento espectacular del turismo, no serán reales, sino sólo apariencias, si los peruanos siguen apartados de la cultura cívica, sin entender que el meticuloso respeto a la ley –tanto de los de arriba como los de abajo— es el único cimiento sólido para un desarrollo verdadero y sostenido?
Aunque, desgraciadamente, no es del porvenir –aún muy incierto— que me toca tratar en esta nota editorial. Me corresponde referirme a los hechos puntuales del presente, o sea repetir lo que escribí hace dos semanas a mis amigos: OIGA ya no volverá a aparecer. Después de 33 años de llegar semanalmente a manos de nuestros lectores –salvo algunas interrupciones, unas breves y otras prolongadas, motivadas por clausuras y una deportación en México— queda interrumpido este largo diálogo que veníamos sosteniendo con nuestros lectores.
¿Diálogo?, se preguntarán con sorna más de uno de los lectores de OIGA que no nos quieren y responderé diciendo con el maestro Unamuno que, bueno, que no serán diálogos –tan inservibles como esos catecismos con preguntas y respuestas— sino autodiálogos, diálogos consigo mismo, con las inquietudes que en mí despertaba la actualidad y los problemas que esa actualidad creaba en mi conciencia.
OIGA ya no volverá a aparecer. La cierra, no obliga a auto silenciarnos, el acoso que la revista viene sufriendo desde hace diez años. He tomado esta decisión en consulta con mis asesores más cercanos, principalmente con Jesús Reyes, quien me viene acompañando casi desde el día –hace 33 años— que retomé la aventura de OIGA, iniciada en noviembre de 1948, como respuesta de mi generación al cuartelazo del general Odría contra el presidente Bustamante y Rivero, el hombre que inútilmente intentó que este país de desconcertadas gentes entendiera el valor de la democracia, de la cultura cívica, del acatamiento al imperio de la ley y no al mandón de turno.
Cierra OIGA para no prostituir sus banderas, o sea sus ideales que fueron y son de los peruanos amantes de las libertades cívicas, de la democracia y de la tolerancia, aunque seamos intolerantes contra la corrupción, con el juego sucio de los gobernantes y de sus autoridades. El pecado de la revista, su pecado mayor, fue quien sabe ser intransigente con su verdad –con lo que cada uno cree es lo cierto— y en el curso del camino fuimos perdiendo amigos, contactos, benefactores, sobre todo amigos que alguna vez encontraron acogida en estas páginas y cuyas causas defendió OIGA con calor.
Pero ¿qué importa lo ganado o lo perdido en la ruta? Sí me importa morir con dignidad, con la altivez con que vivimos estos últimos 33 años de Historia del Perú.
He dicho que hubo acoso y podría relatar las presiones sufridas por la imprenta donde se imprimía OIGA –imprenta permanente perdedora en las licitaciones a las que acudía— pero no quiero crear problemas a terceros que actuaron con entereza hasta que se les quebró el ánimo de ayudarnos. Hablaré, pues, de acoso sin añadir detalles, dejaré la palabra colgada en el aire. Y en cuanto al acoso tributario sí seré algo más preciso, por la ayuda que desde estas últimas páginas puedo prestar a mis colegas de la prensa escrita, colocados en situaciones parecidas a las que han llevado a OIGA a decir adiós a sus lectores.
Sí hay acoso tributario y es penosa la voz de los fundamentalistas del liberalismo, de los ayatolas del fujimorismo, cuando gritonean que no debe haber excepciones en las normas tributarias al referirse a los impuestos al papel y al IGV sobre la venta de periódicos y revistas –IGV que no puede ser trasladado a los canillitas— y callan, poniéndose siete candados en la boca, cuando se exceptúa del IGV a los negocios de la educación, cuando se libra de IGV a los negocios en la Bolsa y cuando el Estado excluye de ese impuesto –para que no quiebren— a las AFPs.
Sí hay un acoso tributario contra la prensa, que se hace extensiva a los libros, a la lectura en general. Y haciendo prohibitiva la lectura, justo en el quinquenio de la Educación, se escarnece al más elemental derecho de un educando: poder leer con libertad. (Entendiéndose por educandos no sólo a los párvulos de los colegios sino también a los mayores, quienes sólo leyendo se irán graduando en una materia en la que no se cesa de aprender, en cultura cívica). También es burla cruel mantener ese 18% de IGV a las medicinas y a los alimentos básicos en un país de tuberculosos, muertos de hambre y con salarios miserables. ¿Por qué? –repetimos como tantas otras veces— se ensaña la tributación con la cultura, la salud y la alimentación básica y sí encuentra razones para ser benévola con las especulaciones financieras, las AFPs y las empresas que hacen negocio con la educación? ¿Por qué en el Perú del quinquenio de la educación se hace prohibitivo leer un libro?
Y, para terminar esta nota de adiós, debo decir gracias, muchas gracias, a todos los colegas que han expresado públicamente su pesar por la desaparición de OIGA. En especial, el decano de la prensa nacional, a El Comercio; a César Hildebrandt, que me emocionó ante las cámaras de Canal 9; a María del Pilar Tello, de Gestión; a Mirko Lauer, de La República; a Juan Ramírez Lazo… Y no sigo enumerando a las voces de solidaridad recibidas, tanto de encumbrados personajes –el presidente Belaunde y el embajador Pérez de Cuéllar, entre otros— como de viejos colaboradores y de amigos de la revista que apenas conocí, porque estoy seguro que los olvidos serían muchos más que los recuerdos y yo quisiera que las gracias sean para todos por igual.
FONDO EDITORIAL REVISTA OIGA
Paco Igartua siguió escribiendo en varios periódicos peruanos, como Correo y Expreso. Seguirá haciéndose escuchar en su columna “Canta Claro” donde trató temas económicos, políticos y sociales.
Además de su fructífera actividad periodística, publicó varios libros, entre los que destacan Siempre un extraño, la primera parte de sus memorias, y Reflexiones entre molinos de viento, con sus artículos periodísticos.
Estaba casado con Clementina Bryce, hermana del famoso escritor peruano Alfredo Bryce Echenique, con la que tuvo dos hijos.
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Más información:
- Artículos sobre «Paco» Igartua en aboutbasquecountry.eus
- «Paco» Igartua» en Wikipedia
- Entrevista a «Paco» Igartua» en Euskonews (2002)
- Artículo de Palmira Oyanguren sobre «Paco Igartua» en Euskonews
- Artículo de John Bazan Aguilar sobre «Paco Igartua» en Euskonews
- «América y la identidad vasca» artículo de «Paco» Igartua en la Revista Euskaletxeak
Last Updated on Nov 8, 2023 by About Basque Country